Extrañamente habitual, he vuelto a revisar los libros de arte antiguos con obras extrañas. Arte de grandes autores de todos los tiempos como el gran Goya. Ya el año pasado me referí a él sobre una de sus obras muy poco populares y que me impactó someramente.

Y es que no hay nadie como Goya para reflejar la angustia del hombre frente a su destino. Esos hilos de la vida que en cualquier momento nos puede dirigir a un camino u otro y que no sabemos si somos dueños al 100% de esa decisión.

Revisando las Pinturas Negras de Goya me fijé especialmente en una de ellas. Como ya había mencionado anteriormente, siempre que me sumerjo en estas obras descubro nuevas cosas. Matices que de primeras pasan desapercibidos pero que al re-descubrir esas obras, me ofrecen nuevos puntos de vista y significados conectando con otras áreas de nuestro ser.

Las Parcas o El Destino es una de las obras que formaron parte de la decoración de los muros de las casa de Goya, la Quinta del Sordo. Se trata de las Moiras o las Parcas que eran, según la mitología griega, tres hermanas que en el momento del nacimiento de la persona decidían cuál iba a ser su destino, así como cuándo y cómo moriría la persona.

Cloto era la más joven de las tres. Con su rueca ovillaba los hilos de la vida. Láquesis era quien decidía el largo de la hebra de esa vida humana; es decir, cuánto iba a vivir. Y Átropos era la más terrorífica de todas. Con sus temidas tijeras cortaba el filamento de la vida; decidía el momento de la muerte. Por tanto, lo habitual en la historia del arte era representar a las tres hermanas hilando, cada una a su tarea concreta: una con las tijeras, otra con la rueca y otra midiendo el hilo.

En primer plano, un hombre maniatado, quizás esperando que las Parcas que hay tras él decidan si acaban o no con su vida.
La obra puede verse en el Museo del Prado.

Es un tema terrorífico y aterrador que estaba unido a la idea de que a cada ser humano se nos escribía un destino incluso antes de nacer, y sin posibilidad de escapar de él. Ese hado ineludible incluía cuándo y cómo íbamos a morir, momento en el cual entraban en juego las temidas Parcas.

Magistralmente Goya nos expone la eterna pregunta sobre el Destino. Como las demás Pinturas Negras, el misterio, la falta de color y la máxima expresión reducida al mínimo nos impacta directamente con un solo vistazo esa angustia de saber cual será nuestro destino en el mundo.

Y es que la cuestión sigue latente: ¿tenemos un destino ya escrito para cada uno de nosotros o somos nosotros los autores del mismo? los antiguos ya filosofaban sobre lo mismo y lo tenían claro.

“El destino baraja las cartas, nosotros las jugamos”